Machote Episodio 4 – Reza mucho y cogele amor a la serendipia. 

A menudo solía quejarme de los días buenos y los malos, hasta que hubo uno en el que me sentí “hecha mierda”. Sí, todos lo hemos dicho. Sí, usted, santurrón, también lo ha pensado. Así que no venga con convencionalismos y quiera juzgarme, pero si quiere hágalo, ya a mí que no me interesa mucho lo que esa singular parte de su opinión me pueda a mí otorgar.

Y como le decía, me sentí tan mal que pensé “es el final”, me quedé en una esquina de mi cuarto en donde el piso se sentía más duro de lo normal y mi carne decidió por algún motivo abandonarme para dejarme al lado de mi columna vertebral, sintiendo el dolor en el alma pero también en los huesos.

Después de haber terminado esos días de enfermedad, y de angustia, había empezado uno de los más grandes proyectos que he decidido realizar, y me había renacido el ser tan glorioso que el mundo me había arrebatado. Me di cuenta de que las oraciones dan sus frutos, que la serendipia es mero plan de Dios que es desconocido a nuestras cortas vistas, y que puedo disfrutar de la belleza de mi vida, aunque esta tenga cariz a incertidumbre, porque al final que la fe elimina cualquier temor.

¡A perdonar!

teniendo-a-un-dios-que-nos-perdona-una-y-otra-vez-la-misma-historia-lo-minimo-que-podemos-hacer-es-ser-mas-tolerantes-entre-si

Sin duda alguna ser indulgentes es una de las cualidades humanas que más nos cuesta desarrollar. Estar enojados a veces puede considerarse como algo normal y justo, pero a la vez puede causar mucho sufrimiento, más aún cuando nos resentimos y somos rencorosos. En la carta del apóstol Pablo a los Efesios el versíulo veintiséis nos insta a olvidar rápido.

«Si se enojan, no pequen.» No dejen que el sol se ponga estando aún enojados,… (NVI)

Teniendo a un Dios que nos perdona una y otra vez la misma historia, lo mínimo que podemos hacer es ser más tolerantes entre sí. Perdonar es hermoso, y cancelar trabas es aún mejor; es olvidar, y quitar esas fatigas de nuestro camino. ¿Pero cómo puede ser esto posible? A través de la oración encontramos nuestra respuesta. Cuando oramos al Padre y le entregamos las pequeñas peleas del día, él nos llena con su espíritu misericordioso dispuesto a reiniciar, (sí, desde cero)  para que sea él quien rinda cuentas y no nosotros. Debemos darle el control, es decir confiar en que él obrará en la vida de nuestro prójimo conforme a su perfecta voluntad.

Cuando decidimos perdonar y olvidar las fallas de nuestros hermanos nos llenamos con libertad, con alegría, con gozo, y por supuesto con capacidad para amar sin límites así como Cristo siempre lo ha querido.

¡Construyamos paz! 

Con amor,

Amparo Cribas.