Cuando empecé el ciclo común me apasioné al 100% por el estudio. Cada tarea era más que eso un obra de arte. La escuela se convirtió en mi segundo hogar y el entusiasmo era una de mis principales características. Pero, después de un tiempo en décimo grado todo se volvió más pesado, mi tiempo no rendía y las madrugadas eran mis mejores amigas, mas mi organismo empezó a rechazar el desvelo y fue así como me vi en apuros de conseguir una alternativa. El estrés también me daba una sensación de amargura y algo… debía hacer. Así que busqué y encontré, ser organizada era la solución. 😇
Comencé a priorizar. Dios siempre fue primero y él fue mi ayudador en todo momento. Cuando el cansancio me hacía caer descansaba en su poder y continuaba con mucha energía. Por mucho que no me gustara una tarea la empezaba si podía adelantarla en el colegio, lo hacía y si necesitaba Internet y no andaba le pedía a mis compañeros. (GRACIAS Alex, Mafe.) 😂 Al llegar a casa hacía el resto y pues así lograba descansar más los miércoles y jueves. También estudié a diario, y hacía mis propias conclusiones para que la información se convirtiese en conocimiento. Durante clases me imaginaba que estaba en una obra en la cual el actor era el maestro y pretendía encontrar el arte en el carácter de cada uno de mis profesores. En mi mochila metía todo lo que necesitaba y sí a veces parecía un caparazón de tortuga pero al menos no me atrasaba en nada porque todo lo que ocupaba estaba allí. El estrés se fugó y vino más alegría; hubo más emoción. Y no, no me arrepiento de ahora ser organizada y darle lo mejor de mí a todo lo que lo necesita. 😊 Me di cuenta de que a través de esta consistencia encontré el éxito de manera saludable y divertida.
Con la esperanza de que el estrés no te quite la energía,
Amparo Cribas. 💝